Momentos de reencuentro con gente que no ves desde hace un año, o que ves de vez en cuando pero no te paras a hablar debido a la vorágine de prisas que es nuestra vida, tanto de nuestra peña como de otras. Vida pre-facebook e internet, ya que ahora con las nuevas tecnologías se puede mantener un contacto más cercano y frecuente durante todo el año.
De este modo quiero dar a conocer a todos los peñistas que se han incorporado a la peña a lo largo del tiempo un poco de nuestra historia.
La peña el Tarro se fundó en el año 1983. El ser peñistas no era algo nuevo para los que la fundamos, ya que la mayoría habíamos creado la peña la Carioquita un par de años atrás (1981). No estando de acuerdo con la gestión de la peña y su funcionamiento, decidimos irnos y hacer una nueva peña más acorde con nuestra filosofía y modo de ser. Así nacimos. No estábamos hechos para los tickets de invitaciones, las restricciones y llamadas de atención de gente de la junta. No iba con nosotros. Teníamos muy claro lo que no queríamos ser. Así pues, nos pusimos manos a la obra para crearnos nuestra propia identidad, dentro de los límites que nos imponía nuestro número de peñistas y presupuesto.
Esa identidad es la que creo que no se ha perdido con el paso de los años, sino que se ha reforzado y mantenido. Hay peñas que se han ido diluyendo y difuminando, debido a su mala gestión, disputas internas u otras razones. Nosotros no. Siempre intentamos ofrecer al peñista que se apunta lo máximo, yendo hasta el límite de lo que tenemos presupuestado. La gente me ha preguntado muchos años que cómo podíamos tener dos o tres verbenas de calidad o cenas de catering o en restaurante cuando otras peñas similares o más grandes no tenían esas actividades musicales y cenaban bocadillos. Eso es parte de nuestra idiosincrasia.
No quiero terminar este artículo sin acordarme de peñistas que ya no están entre nosotros y que fueron parte de nuestra gran familia: Enrique, Vicente, Ángel, y algún@s más. Gracias a todos ellos por dejarnos esos alegres recuerdos que nunca olvidaremos.
Y como se suele decir en estos casos, ¡que duremos otros 30 años!
J.A.L.
